Saturno a estribor

¿Qué puede salir de dos mentes tan alteradas? ¿Quién lo sabe? La respuesta es...

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Saturday, June 10, 2006

Historia sin Nombre Capitulo 1, Primera parte

El trayecto desde el Paseo del Puerto no era precisamente corto. Tampoco puedo decir que fuera agradable, con aquellos dos guardias asegurándose de que no me desviaba de la ruta trazada ni un ápice, ni siquiera para esquivar los agujeros del pavimento; en una parte de la ciudad que distaba mucho de ser la zona próspera y elegante que daba esplendor a Mônthep, Joya y Capital Imperial.
Apenas quedaba rastro del crepúsculo cuando llegamos por fin al edificio de la Guardia de la ciudad; los últimos rayos naranjas se filtraban por las ventanas de la planta baja, importunando con su luz al aburrido oficial situado al fondo. Detrás de él, unas escaleras descendían en la penumbra.
-¿Delito?-preguntó el oficial cuando nos acercamos, sin levantar apenas la vista del papel.
-La pillamos robando en una posada en el Puerto, Señor.
Un simple ademán permitió a mis captores continuar en dirección a los subterráneos. Hasta entonces había permanecido tranquila, sin alterarme lo más mínimo, pero la calma se desvaneció cuando al fin llegamos a las mazmorras: el carcelero no parecía en exceso descuidado, y me designaron la tercera celda. Maldije a los dioses por mi mala suerte.
Con pocos modales, mis dos soldados me arrojaron dentro de la húmeda prisión y tras cerrar bien la puerta, se perdieron escaleras arriba. Permanecí quieta unos instantes, después me acerqué a la pared y me senté apoyando la espalda en el muro. En la mazmorra apenas conseguía ver nada, pues el único ventanuco que había era tan pequeño que apenas pasaba un resquicio de la mala iluminación de las calles. Apoyé la barbilla en las rodillas y permanecí un rato en esa postura, compadeciéndome de mi misma.
Había sido arrestada en otra ocasión con anterioridad, y esa vez pude acabar escapando. En la primera de las celdas la cerradura estaba muy vieja y no me resultó difícil abrirla; y conocía a gente que lograron huir de la segunda y quinta celda, por lo que deducía que no era imposible. Sin embargo, no sabía de nadie que hubiera escapado del tercer calabozo, y por tanto, no conocía ningún truco para conseguirlo.
Traté de recordar todo lo que me habían enseñado: existían muchas maneras de salir de un sitio cerrado, sólo tenía que ir probando esas posibilidades y recurrir a mi ingenio.
Una vez repuesta, aproveché que mis ojos ya estaban habituados a la penumbra para inspeccionar mi cubil. En la pared del fondo divisé un camastro, de modo que apoyándome en la pared me puse en pie y me dirigí hacia ese rincón. Apenas un segundo después, caía de frente al suelo. Me froté la dolorida barbilla mientras mascullaba insultos en unos cuantos idiomas: había tropezado con algo duro que estaba tirado en la celda.
El bulto del suelo, que parecía un montón de trapos, se removió un poco y soltó un par de poderosos ronquidos.
-Genial-farfullé para mí misma-mi acogedora celda ya tiene un inquilino.
Bastó con acercarme un poco para percibir el olor a alcohol de mi vecino. Aquel tipo aún estaba demasiado borracho como para percatarse de nada, lo que indicaba que no llevaba mucho allí.
Dejé a mi nuevo amigo dormir la mona en el suelo, y me alejé en dirección al jergón, sucio y maloliente. Estaba decidida a salir cuanto antes de aquella mazmorra, pero no pude encontrar nada útil en el viejo camastro. Tampoco las paredes y el suelo revelaron ninguna ayuda: ni barras metálicas, ni una antorcha…Como era de esperar, no había ninguna puerta secreta, pero nunca se sabe.
Aquel no era mi día de suerte, decidí tras pegar un puñetazo en la pared. Lo único raro en aquel cubículo era el alegre roncador tirado en el suelo. Ni siquiera él se libró de mi escrutinio, por si podía serme de utilidad. A pesar de la escasa luz, comprobé que no tendría más de veinticinco años, de pelo oscuro y bastante corpulento. Como era de esperar, no portaba ningún utensilio ni arma; pero me sorprendió que sus ropas fueran de buena calidad y no parecían desgastadas. Nunca hubiera dicho que era el tipo de hombre que acaba durmiendo tras los barrotes.
Apenas pude analizar el ventanuco, pues estaba demasiado alto para mí, que soy de constitución más bien menuda, aunque no hacía falta acercarme mucho para ver que era demasiado pequeño.
Finalmente y con un suspiro, me dispuse a estudiar la reja de la celda; en teoría el sitio por el cuál más fácil se puede huir. Sin embargo, poco podía hacer con las manos vacías. Me acordé mil veces de mi querida ganzúa, con la que podía abrir casi cualquier puerta; que reposaba tranquilamente en un desordenado cajón en mi habitación.
En el punto en el que los barrotes se clavaban en la pared, el metal y la roca estaban bastante desgastados. Si hubiera tenido alguna forma de hacer palanca podría haber hecho saltar la reja. Suponía un estrépito considerable, pero a esas alturas confiaba en que el carcelero ya estaría profundamente dormido. Fue precisamente en el momento en el que consideraba la idea de ponerme a roer los barrotes con los dientes cuando oí un frufrú de ropas a mi espalda: parecía que mi compañero despertaba.
Al volverme, advertí que el hombre se incorporaba con una mano en la cabeza. Debido a la penumbra, no sabía si me había visto, así que por si acaso decidí alertarlo.
-Buenos días-giró bruscamente la cabeza en mi dirección-Por fin despiertas.
Guardó silencio unos instantes, frotándose los ojos.
-¿Estoy en una…?-se interrumpió dudando. La voz, aunque ronca por la borrachera, parecía grave.
-En una mazmorra, en efecto-él profirió un lamento ahogado, me dio la impresión de que era la primera vez que pisaba una celda-¿Recuerdas algo?
-Poco-no parecía sorprendido por mis preguntas. AL cabo de un instante, volvió a hablar, más para sí mismo-Estaba hablando con Ildia, la hija de Bolth…-se detuvo bruscamente-No puedo creer lo que hice
Fuese lo que fuese lo que recordaba, estaba claro que le producía una enorme vergüenza. No había muchas Ildias en Mônthep, y si hablaba de la hija de Bolther Ibnus, tal vez hubiera una salida para aquella situación. Ibnus era una casa noble y de considerable fortuna.
-¿Tienes buenos amigos que puedan sacarte de aquí?-pregunté, tratando de sonar indiferente, como quien habla del tiempo.
-Mmmmmh, tal vez…-no parecía muy convencido.
-Me refiero a amigos con mucho dinero o influencias-aclaré, porque sospechaba que él no me había entendido.
-No, de esos no-su voz sonó abatida.
Me volví otra vez hacia los barrotes, dispuesta a seguir buscando una solución. Agarré firmemente la reja con ambas manos, para luego tirar con fuerza. Ni siquiera se movió. Me apoyé contra el frío metal y empujé sobre mi hombro, pero ni con esas. Me dejé caer, suspirando.
-¿Qué estás haciendo?-su voz sonaba perpleja.
Me dio la impresión de que le había oído todo el edificio.
-¡Habla más bajo!-siseé-trato de salir de aquí.
Se produjo un incomodo silencio.

Sunday, March 26, 2006

Pablo y Aida, aburridos, entrenándose xDDD